miércoles, 14 de mayo de 2008

Más sobre los límites

Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es grosero, ellos también lo serán.

Aplicando límites y reglas a nuestros hijos e hijas.


a) ¿Por qué es necesario poner LÍMITES y establecer REGLAS?


• Los niños necesitan ser guiados por los adultos para que aprendan cómo realizar lo que desean de la manera más adecuada.

• Es fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal.

• Los límites deben basarse en las necesidades de los niños.

• Lo que se LIMITA es la CONDUCTA, no los sentimientos que la acompañan. A un niño se le puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta algo o impedirle una emoción o sentimiento.

• Los LÍMITES deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del niño. Se trata de poner límites sin que el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.

• Señale la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones son poco efectivos y alteran a las personas.
• Evite calificar al niño, solamente señale el problema.
• Sea firme, pero tranquilo.



b) ¿Qué podemos hacer?

• Dedique el tiempo suficiente... Si uno está mal para enfrentar el día, si no se lleva bien con otros miembros, si se siente presionado o si tiene temor por el día que se avecina, los niños sentirán esta tensión.

• Cuando no se respetan los LÍMITES, debe traer consecuencias. Las cuales deben ser proporcionales, directas y, en la medida de lo posible inmediatas a la situación que las provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la situación. Esto es, que guarden una relación natural o lógica con la conducta en cuestión.

• Las REGLAS deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos, deben ser el producto de la discusión y el entendimiento.

• Es más fácil establecer DISCIPLINA cuando la persona responsable de los niños realmente se siente satisfecha de estar a cargo del niño, cuando disfruta al compartir con ellos y cuando es capaz de respetar la necesidad de seguridad de ellos. La disciplina da buenos resultados cuando los adultos son firmes, observadores y afectuosos, nunca si estos se muestran superficiales. La disciplina debe ser firme pero nunca grosera, respetuosa y no hiriente, o sea debe controlar pero nunca lastimar al niño.

• NO queremos que los niños crean que porque deseamos ser sus amigos, ellos podrán hacer lo que deseen. No queremos tampoco que nos tengan miedo. El mundo necesita gente que tenga coraje y que sea original, no gente TIMIDA.

• La DISCIPLINA depende en gran parte de las habilidades y de las conductas de los adultos, como también de la capacidad para combinar el afecto y el control. Esto es difícil, pues exige mucho de nosotros mismos. La buena disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se cumplan, implica también que nos gusten los niños y que ellos se sientan aceptados y queridos por nosotros. El proveerles de reglas claras y apropiadas es sólo para su protección.

• Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es grosero, estos también lo serán.

• La DISCIPLINA no es sólo una palabra, una técnica o un conjunto de reglas. Se requiere combinar el afecto con el control; además el planear y el organizar muy bien el espacio, como también distribuir el tiempo disponible. El manejo de los niños debe ser gentil pero con autoridad, ofreciéndoles siempre dirección y conductas apropiadas para imitar. Los niños necesitan adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos puedan confiar.

• Además, debemos recordar que el tono de voz, el uso de las manos, los gestos y las acciones pueden contribuir a controlar problemas. Las palabras del adulto también pueden ayudar al niño a comprender sus sentimientos y los de otros.

“Recuerde el que su hijo (a) estudie o NO lo haga, es una cuestión de REGLAS y de límites, que los padres debemos aprender a manejar”.



c) Poner límites claros y adecuados a la capacidad del niño:

El grado de autocontrol que tienen los niños depende, en gran medida, de la actitud de los padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa. Todos hemos oído casos de niño que a muy corta edad han sido operados en tantas ocasiones que cuando sus padres les dicen que van al hospital cogen su osito y no muestran mayor rechazo. Con la capacidad para tolerar frustraciones y para auto controlar las expresiones de agrado o desagrado sucede lo mismo. Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que no, esa decisión es inamovible, pero también puede saber que se le permitirá gritar, protestar y tirarse al suelo para mostrar frustración sin que nadie le pare los pies. El grado de autocontrol y de tolerancia a la frustración está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer respetar su autoridad. La familia tiene más razones para saber que debe poner límites claros y que sean adecuados a lo que el niño puede ofrecer.



d) Principios básicos para padres y madres que desean educar bien:

1. Nosotros somos los educadores, la escuela o colegio sólo complementan.
2. Educar bien es enseñar a: conocer las propias posibilidades, desear crecer, aceptar nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, es enseñar a vivir.
3. Educar bien es enseñar a adaptarse a todas las situaciones: buenas o malas.
4. Educar no es proporcionar experiencias buenas y asilarle de las malas. Es ayudarle a aprender de ellas.
5. Para educar bien no existen recetas, se aprende de experiencias concretas y luego se generaliza.
6. Educar es una toma de decisiones constante.
7. Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados.
8. Ser conscientes de ello ayuda a educar más sensatamente.
9. Educar bien a mi hijo (a), no es compensarle por loo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni necesidades, no se las crees”.
10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron cuando me educaron.
11. Debo educar en el presente con perspectiva de futuro.
12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el futuro.
13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.
14. Para educar bien es necesario tener sentido común.
15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.
16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el problema parezca pequeño.
17. No existen los superpadres, todo el que te comente que su relación con su hijo es perfecta, puede ser que necesite aparentar o que no quiere ver los problemas.
18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar a cada hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a crecer aceptando la individualidad de cada uno.
20. Educando voy a cometer errores.
21. No hay error que no se enmiende.
22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.
23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay problemas hay que “tomar la situación de inmediato”.
24. Sé positivo. Dile a tu hijo lo que degusta y pon un límite a lo que no te gusta.
25. Un niño (a) es una antena parabólica constante. Se entera de todo, lo imita todo. El niño aprende más de lo que ve, que de lo que decimos.
26. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones le fascinará, incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.
28. El niño necesita libertad conducida.
29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo hará él.
30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan pero que debe aceptar, le preparo para asumir la realidad.
31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que le disfracemos las cosas para aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en mis padres ¿en quién puedo confiar?
32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de forma breve.
33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo digo”.
34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las personas sólo aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos. Formamos hijos inmaduros incapaces de enfrentarse a la frustración.
35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.
36. La atención que le prestamos es nuestra mejor arma. Quién sabe cómo y cuándo prestar atención a su hijo(a) sabe educar.


Todos estos principios se pueden resumir en el siguiente pensamiento:


• Sé que puedes.
• Por eso te enseño y te exijo.
• Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco.



e) ¿Cómo aumentar las conductas positivas y eliminar las negativas?

• Tenga en cuenta que igual que usted como padre – madre puedes modificar la conducta de tus hijos, éstos modifican de forma intuitiva tu propia conducta.
• Las normas deben ser claras, esta bien definidas, y se adecuadas para cada niño según la edad.
• Es importante establecer diferencias entre los hermanos. De otro modo los mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil) y, por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?
• No es injusto que un pequeño se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad o no pueda recibir una bicicleta hasta tener 3 años más. De este modo deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será deseable porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios.
• No pida cosas que el niño o la niña no puede hacer.
• Cuando exija al niño, no actúe de forma contradictoria.
• Sea coherente en la aplicación de las normas.
• Cuando se produzcan desacuerdos entre los padres sobre la forma de educar a los niños, nunca se deben discutir delante de ellos.
• Evite centrar la autoridad en un solo padre – madre.
• No delegar la autoridad en otro.
• No se desautorice nunca.
• No modifique los castigos (consecuencias) una vez anunciadas.
• No castigue con algo que no pueda cumplir.
• Acostúmbralo a pedir permiso.
• Cuando tengas que poner un castigo: no te alteres, por nada del mundo.



f) Finalmente recuerde:

Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de los límites que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso con el castigo, porque si éste no se lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por temor, pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad de manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la experiencia. Ante un berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas son las consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado, remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte relación familiar.

“Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”.



Aporte hecho por una participante del foro de TODOBEBE ACA

martes, 13 de mayo de 2008

PONER LIMITES A NIÑOS Y ADOLESCENTES

Los niños también necesitan límites

El abandono de tácticas excesivamente autoritarias no debe desembocar en una permisividad contraproducente para padres e hijos

Una de las grandes dudas de padres y madres en la educación y socialización de sus hijos e hijas es referente a los límites que deben imponerles en sus actitudes y comportamientos. ¿Cuándo hay que recriminar, advertir o castigar a un niño? ¿En qué momento el ejercicio de la autoridad pasa de lo necesario a lo abusivo? ¿Cómo podemos guiar a nuestros hijos sin generar tensiones innecesarias? Las preguntas se amontonan y no siempre se encuentran respuestas. Un primer paso para afrontar estas dificultades consiste en tomar conciencia de que no es beneficioso, para pequeños ni para adultos, proteger y excusar por sistema la actitud de los hijos e hijas.

Las consecuencias de la permisividad total y la sobreprotección pueden ser muy negativas. He aquí dos ejemplos reales y cada vez más habituales. En el primer caso, un niño de unos ocho años se acerca a una mochila en un centro comercial y le arranca un elemento decorativo. El dependiente le llama la atención y le pide que se lo devuelva. El niño acude a su padre diciendo que el empleado le ha maltratado. Acto seguido, el padre se encara con el dependiente y le desautoriza de malos modos, en público y delante de su hijo. ¿Qué aprende este niño? Que su padre le defenderá aunque se comporte mal. Es decir, que portarse mal no está mal.

En el segundo, un padre es juzgado por abofetear a un profesor. La razón: el docente había amonestado a su hija porque no quería entrar en clase tras el recreo. El padre no acude al juicio. El profesor no pide sanción: sólo quería que el progenitor le pidiera disculpas delante de su hija, para que ésta supiera la diferencia entre un comportamiento correcto y otro incorrecto. Pero no hay disculpas y el profesor ha cambiado de colegio. La niña sigue en el centro.

Del autoritarismo a la libertad
Estos son sólo dos muestras de un fenómeno social creciente y preocupante que no tiene una sola explicación. Muchos investigadores aseguran que la experiencia familiar de los actuales progenitores ha influido de forma notable. Hace veinte años, adultos formados con una educación familiar estricta se estrenaron en la tarea de ser padre o madre, convencidos de que había que superar el autoritarismo que habían sufrido. Eso empujó a muchos de ellos a dejar hacer, a no llevar la contraria al hijo o hija para que no sufriera traumas psicológicos, a no usar los castigos como método de aprendizaje, a satisfacer caprichos, a proteger a los hijos e incluso desprestigiar en algunos casos a otros educadores, principalmente maestros.

La tolerancia a la frustración y el autocontrol
En la educación de un hijo no se pueden evadir las normas ni la jerarquía. Un niño aprende que cuando su madre o su padre dicen que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido.

Ante una pataleta o un enfado, se le puede ignorar hasta que recobre la calma, pero no celebrar que se ha tranquilizado ni negar el conflicto. Tras perder el autocontrol y recuperar la tranquilidad, el niño aguarda expectante. La indiferencia le dolerá más que un castigo ponderado, por lo que conviene hacerle ver lo estéril de su comportamiento con un ejercicio de la autoridad que le permita aprender algo de la experiencia.

Poner límites a las conductas, no a los sentimientos
Los niños necesitan ser guiados por los adultos y para ello es fundamental establecer reglas con las que fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal. Los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima. Por eso, no se debe descalificar ("eres un tonto", "eres malo"...), sino marcar el problema ("eso que haces o eso que dices está mal"). Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación. Los sermones no sirven de mucho. Los niños responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto de firmeza y serenidad, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso.

¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos e hijas?
Porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos.
Porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar.
Porque cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos.

Porque los adultos, el padre y la madre, nos desautorizan mutuamente y seguimos líneas de actuación claramente contradictorias.



PAUTAS PARA PADRES Y MADRES

Deben dedicar tiempo a los hijos. Muchas conductas de los hijos no se controlan simplemente porque su padre y su madre no están disponibles para atenderles.

El niño tiene que aprender que rebasar los límites puede traer consecuencias negativas para él. En cualquier caso, esas consecuencias deben ser proporcionadas y, a poder ser, inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente.

En lo posible, las reglas y los castigos deben ser pactados entre los padres y los hijos.

La disciplina sólo la pueden ejercer adecuadamente los progenitores que sean capaces de combinar el cariño y el control.

Conviene recordar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos o lo que les hacemos, sino cómo "somos". Por eso, la educación representa no sólo revisar nuestras conductas con ellos, sino nuestra forma de ser como personas.

Se precisa un buen clima familiar.

Es normal que los niños prueben tanteando a sus padres para comprobar hasta dónde pueden llegar. Es en ese momento cuando más firmes deben mostrarse los padres. Si ceden, luego será muy difícil dar marcha atrás.

Todo ello incluye la necesidad de que los padres sean razonablemente flexibles, según las circunstancias y la edad.

Los efectos de no poner límites moldean a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.

Leer el artículo en la página web consumer.es EROSKI

Limites y disciplina

A veces el solo hecho de nombrar la palabra límites molesta, pues parecería que si estamos “limitando” estamos cortando las posibilidades de nuestros hijos. Sin embargo, la palabra límite no tiene que ver con limitación, sino con protección, nosotros ponemos límites a nuestros hijos para protegerlos y para protegernos.

Desafortunadamente muchos de nosotros no hemos aprendido a poner límites, y esto tiene que ver con no saber protegernos, no saber poner límites a nuestros empleados, a nuestros jefes, a nuestros vecinos, a las personas que nos dan algún servicio.

Para poner un límite generalmente la gente piensa que se requiere ejercer violencia, agresividad y por tal motivo suele esperar hasta que la situación estalle. Mientras tanto los límites se van poniendo flojos, elásticos y parece que no existen. Esto causa mucho desconcierto a las personas que dependen de nosotros, especialmente a los hijos. La palabra clave es Firmeza, y la firmeza tiene que ver con la Seguridad interna, con autoestima.

¿Fácil de decir verdad? Mucha gente confunde esta seguridad con estar enojados, y la única forma como ponen límites es enojándose.

¿Te gustaría poder poner límites sin necesidad de llegar al enojo, incluso hacerlo con cercanía?

Te doy a continuación algunas ideas para resolver este dilema.

1) Lo primero que hay que entender es que al ponerle a tu hijo un límite no lo estás perjudicando, sino al contrario, le estás enseñando a cuidarse para que pueda ejercer su libertad en forma responsable y segura. Entonces un límite adecuado ayuda a tu hijo a sentirse seguro y cuidado por ti.

2) Los límites van de acuerdo a la edad. Evidentemente no se le va a poner el mismo límite a un niño de 4 años que a un adolescente. Los límites van de acuerdo a su desarrollo y capacidades.

3) Qué de los castigos? El castigo no tiene sentido para poner límites de forma humanista. Es mucho más formativa aplicar consecuencias a los actos. Por ejemplo, si lo tiras lo recoges. Es muy importante encontrar consecuencias lógicas a los actos de los niños ya que de esa manera los hacemos responsables. Es razonable, de acuerdo a la edad y capacidades del niño que en cierta medida resuelva el daño que haya podido hacer.

4) Es válido golpear? La respuesta es NO. Aunque los castigos físicos pueden funcionar aparentemente de manera coercitiva, las heridas emocionales que dejan pueden durar toda la vida. Considero que la violencia física o emocional hacia un ser humano no ayuda a crecer y lastima la seguridad y autoestima. Poner límites de ninguna manera significa ser cruel ni ensañarnos con los niños.

5) ¿Es válido dejarle de hablar? Desde luego que no es válido, el poner una consecuencia no tiene nada que ver con desamor, y algo que puede dañar muchísimo a un ser humano es la desconfimación (no hacerle caso). De ninguna manera “castiguemos” a nuestros hijos quitándoles el afecto o la atención.

6) En ningún momento se debe “castigar” quitando al niño actividades que le permiten su desarrollo personal. Por ejemplo, no se vale castigarlo quitándole el entrenamiento de fútbol, o no llevándolo a su clase de canto.

7) Es importante no humillarlo, ni ridiculizarlo, ni exponerlo a “castigos” degradantes. Puede llevarse toda la vida tratando de curar estas heridas.

8) ¿Te sucede que cuando estás contento si se trata de permitir “todo se vale” y cuando estás enojado “nada se vale”? Es curioso cómo permitimos que nuestro estado de ánimo intervenga en nuestra manera de poner límites. Lo ideal es que las reglas sean claras independientemente de nuestro estado de ánimo, así como las consecuencias.

9) ¿Qué aprende un niño al ponerle límites adecuadamente? El niño aprende valores (orden, limpieza, respeto), aprende a comportarse de forma segura. Los límites les permiten aprender a organizarse, a tener buenos hábitos que los ayuden a vivir mejor. Aprende a confiar en ti, pues lo respetas, lo cuidas, le atiendes.

10) Límites y Claridad. Cuando pongas un límite es muy importante estar muy claro de hasta dónde es el límite. Por ejemplo, si tu hijo está jugando un videojuego, necesitas antes de expresarle el límite saber en tu interior cuánto tiempo le vas a dejar juagar (y ponerte de acuerdo con tu pareja), teniendo claridad tú, es importante que expreses claramente el límite por ejemplo “Te voy a dejar jugar 45 minutos.” y algo importantísimo, cumplirlo. Por eso no pongamos límites ni consecuencias que no podamos cumplir.

11) Límites y constancia. Poner límites es una labor de paciencia, consistencia y constancia. Aunque estemos cansados, o en ese momento no queramos conflictos, el límite sigue igual

12) Límites y Congruencia. ¿Se te hace congruente decirle a tu hijo que no debe fumar si tu fumas?¿O que no coma en la sala si tu lo haces?¿Crees que le basta con decirle, “Es que yo ya soy grande” ?¿Se te hace lógico que le digas cuando te hablan por teléfono “dile que salí”, pero tu quieres que él te diga la verdad?

13) ¿Pasamos de la Impotencia a la Prepotencia, de la excesiva tolerancia a la intransigencia? Muchas veces venimos de un sistema autoritario y queremos ser distintos con nuestros hijos, de chicos obedecíamos a nuestros padres y ahora obedecemos a nuestros hijos. La potencia se encuentra en la firmeza. Firmeza es mandar a tu hijo el mensaje inequívoco de que el límite no se mueve.

14) Generalmente los límites se pierden en situaciones críticas como un divorcio, ya que los padres pueden tomar la actitud de sobre-proteger desde el dolor o desde la culpa. Los límites dan seguridad, estructura y rigor interno. Les permite sufrir menos estas situaciones críticas. Otras veces es una forma de sabotear al excónyuge, o bien una manera de confirmarme como alguien diferente a quien fue mi pareja.

15) Hay ocasiones en que cuesta mucho trabajo aplicar las consecuencias, pues nos sentimos culpables o nos duele ver a nuestro hijo llorar. Recuerda que el límite se pone con cariño, si la consecuencia que pusiste es equilibrada (no lastima, no degrada, no es exagerada), creo que tal vez te podrías sentir satisfecho de estar educando a tu hijo. La culpa es un sentimiento que no te lleva a nada, resuelve lo que te hace sentir culpable, y trasciende la culpa.

16) Y más sobre la culpa. De ninguna manera es deseable para nuestros hijos enseñarles a sentirse culpables, en ningún sentido esto les ayuda a ser mejores personas. Dejemos de enseñar desde el miedo y la culpa. Es mejor hacerlos responsables, enseñarles a responder por sus actos de acuerdo a su desarrollo.

17) La duda y los límites. Uno de los retos mayores para los padres es cuando se duda sobre los dónde están los límites y cómo poner consecuencias lógicas. Muchas veces somos permisivos cuando tenemos duda, si esto continua acabamos no poniendo límites. Algo que otras veces hacemos es decirle en ocasiones una cosa y en otras otra, y así lo único que logramos es confundir al niño. Por eso es importante superar la duda lo antes posible enfrentándola, platicando con tu pareja, con gente profesional y leyendo. Contéstate estas preguntas, tal vez te aclaren: ¿Cómo este límite puede ayudar a mi hijo a vivir mejor? ¿Estoy satisfaciendo una necesidad de un tercero? ¿Esta consecuencia le ayuda a desarrollarse o más bien lo daña y lastima?

18) Los límites se aplican con afecto. Para poner un límite es necesario atender a nuestros hijos, estar presente, estar ahí. El límite se pone con afecto porque no se pone como último recurso cuando ya estás enojado y la situación se sale de control. Se pone como un cerco protector, y con cariño y al mismo tiempo con firmeza se hace cumplir.

19) ¿Cómo te sientes si vas de noche por una carretera sin señalamientos, ni líneas pintadas en el piso? Los límites son delimitaciones de camino son cercos protectores, dan seguridad.

20) Abreviando: Los límites debe ser: claros, concretos, concisos, cumplidos y congruentes.

21) Para ponerlos se requieren 3 pasos: se habla, se les recuerda, hay consecuencias.

22) Existen 2 características básicas para poner límites: firmeza y cercanía.

23) El límite correctamente aplicado produce sucesivamente:

- Autonomía (empiezan a valerse por sí mismos)

- Libertad (se les puede dar mayor libertad si se comportan adecuadamente)

- Auto-disciplina (pueden desarrollar actividades sin necesidad de presiones externas, esto es fabuloso, es un regalo para toda la vida)

- Auto-control (les permite medirse, y no caer en excesos)

- Rigor interno (les permite levantarse y seguir adelante)

24) Al poner límites a tiempo protegemos a nuestros hijos de alcoholismo, drogas y comportamientos delictivos. Nos protegemos a nosotros al enseñarles respeto, orden, cuidado, generosidad,... en forma congruente y con afecto.

No todos los niños son iguales, ni se trata de estandarizarlos, se trata de ayudarlos a encontrar su mejor potencial.

Nuevamente insisto en el respeto, calidez, afecto, atención y aceptación hacia tus hijos. La comprensión, la cercanía, permitirles expresar sus sentimientos de miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto. Poner límites no significa impedirles que se expresen, es enseñarles a hacerlo en forma adecuada.

Entiendo que para hacer esto que te pido se requiere mucha paciencia, mucha constancia, trabajo personal (para no engancharte), amor y dedicación. Y de esto se trata el ser padre y madre.

Leer esta nota en su web original Ayuda Emocional

CÓMO PONER LÍMITES A LOS NIÑOS

¿Por qué las normas y los límites son necesarios?

Aunque suponen un mayor gasto energético, pues se ha de vigilar su cumplimiento, marcar límites a los niños se hace necesario, ya que:

- dan seguridad y protección:

- si el niño es más fuerte que los padres, no se podrá sentir protegido por ellos.

- permite predecir la reacción de los padres ante determinadas situaciones y comportamientos.

- ayudan al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas. Son una referencia.

- enseñan al niño a saber renunciar a sus deseos, y ello le prepara para situaciones similares que la vida le deparará.



¿Qué hace que a algunos padres les cueste poner límites a sus hijos?

Puede tratarse de:

- padres que sienten que no tienen energías suficientes para enfrentarse a sus hijos.

- o padres que intentan, de esta forma, compensar el poco tiempo de dedicación que les pueden dar.

- o padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad para defenderlas.

- o padres que, entre sí, tienen opiniones distintas sobre una misma situación, e infravaloran o desacreditan el juicio del otro progenitor. No hay respeto entre ellos.

En estos casos, se hace necesario el asesoramiento y seguimiento de la situación, por parte de algún especialista..



¿Qué es lo realmente perjudicial para el desarrollo del niño?

Todas las situaciones extremas perjudican el crecimiento y desarrollo del niño:

- tanto el establecer unos límites o normas demasiado estrictas o excesivas en cuanto a cantidad, pues ello no dejaría crecer al niño.

- como el no poner ningún tipo de límites a su comportamiento. Las consecuencias de esta actitud darán lugar a un niño que no tiene nunca suficiente, cuyas exigencias son cada vez más elevadas y donde las negativas serán cada vez vividas de forma peor. Estaremos pues ante un niño, con gran dificultad en postergar la satisfacción de sus deseos, con lo que ello supone. Su autoestima quedará ligada a la posesión material de cosas, regalos,...es decir, una alta dependencia de las cosas materiales.


¿Qué condiciones son fundamentales para poder establecer con éxito los límites a nuestros hijos?

Para que el niño se muestre dispuesto a aceptar las normas o los límites marcados por los padres, es necesario que se cumplan otras condiciones:

- que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.

- los padres deben estar convencidos de aquello que exigen y, por tanto, han de luchar para su cumplimiento.

- las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias, y, por tanto, no han de ser excesivas, pues ello acabaría por convertirlas a todas en ineficaces.

- los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el ejemplo también se enseña; por tanto, han de ser consecuentes con el modo habitual de hacer en casa.

- es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta, hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el límite marcado.
Es, en ese momento, cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede, después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.

- todo ello, no excluye (si bien al contrario) la necesidad de que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño.