viernes, 17 de octubre de 2008

2-5 años: Aprender acerca del dinero y su valor

El dinero es parte de nuestra vida diaria y los pequeños nos ven manejarlo constantemente pero aprender qué es el dinero y cómo usarlo de manera apropiada es algo que va a llevarles un tiempo. Los niños en edad preescolar aprenden de manera muy concreta y el dinero es un concepto difícil para ellos pero podemos empezar a introducirlo a través de juegos y experiencias del día a día.

Aprendizaje en vivo Una buena manera de empezar a introducir el concepto del dinero es hacerlo “en vivo.” Cuando estamos usando dinero delante de ellos podemos empezar a explicarles que todas las cosas que compramos tienen un precio y que el dinero es nuestra manera de pagar ese precio. También podemos hablarles del dinero cuando vamos al banco o al cajero automático y explicarles el servicio que ambos nos prestan.

El dinero en nuestras vidas Háblales a tus niños acerca de tu trabajo o el trabajo de tus familiares. Explícales que nos pagan por trabajar y que el dinero de nuestro trabajo paga la comida, ropa y demás gastos de la casa.

Jugar con dinero Los niños procesan toda nueva información y conocimientos a través del juego. Pueden hacer dinero de juguete o hasta comprarlo y jugar a tiendas. Practicar las habilidades de contar, comprar y jugar con el dinero son una manera excelente de ayudar a tu pequeño(a) a comprender su uso. Si hacen su propio dinero, intenta imitar el diseño y tamaño de las monedas y billetes de tu país para que tu pequeña(o) vea su paralelo.

Jugar con dinero es una oportunidad excelente para aprender a contar y aprender matemáticas. Estas son habilidades que están desarrollando los niños en edad preescolar y que van a ser esenciales para que entiendan como funciona el dinero. Aprovechen también para hacer juegos de contar, de clasificar e intercambiar. Una buena herramienta para aprender es un ábaco que permite contar bolitas de diferentes colores. Si tu niño(a) ya no se pone cosas en la boca, puedes darle monedas reales y jugar a contarlas o clasificarlas por su tamaño, color y valor.

Establecer metas Cuando paseen por tiendas, fíjense en lo que vale un objeto que tu pequeño(a) quiera. Al llegar a casa mirar con dinero de mentira o con fichas de colores cuánto dinero necesita para poder comprarlo. Pueden establecer un sistema de recompensas para ir ganando dinero de manera progresiva hasta que tenga la suma total para comprar el objeto deseado. Escoger un objeto barato (no un gran juguete), que pueda conseguir el dinero en un plazo corto de tiempo, así empezará a comprender la idea de ahorrar hacia un fin.

La importancia de presupuestar La autora Teri Cettina en la revista Parents nos recomienda que no les digamos a nuestros hijos que no podemos pagar algo sino que les hablemos de la necesidad de planear nuestros gastos y ponerlos en un presupuesto, así les demostramos que somos nosotros los que estamos en control del dinero y no al revés. Para enseñarles a los niños pequeños a ahorrar y hacer presupuestos, nos recomienda que les demos tres jarras; una para gastar, una para ahorrar y una para ayudar a los demás. Cada semana podemos darle una pequeña cantidad de dinero al niño (algo con lo que la familia pueda estar cómoda y que no represente mucho dinero) Entonces ayudamos al niño(a) a dividir su dinero en ahorro (una proporción más grande), gasto inmediato y ayuda para los demás. Lo que tenga en su jarra de gasto inmediato es algo que puede gastar cuando quiera, lo que hay en la jarra de ahorro puede guardarlo hacia un objetivo que hayn fijado en común y la ayuda para los demás puede ser una donación hacia un proyecto que le interese (ayuda a niños que pasan hambre, a protección de animales, a la iglesia… lo que elija)

También pueden preguntar en su banco si tienen algún material para enseñarles a los niños acerca del dinero, ya que algunos bancos han diseñado juegos y otras actividades.

Protegerles de nuestros problemas y preocupaciones económicas Igual que queremos enseñarles a nuestros pequeños que comprendan el uso del dinero, no queremos abrumarlos con nuestros problemas o preocupaciones económicas. Los niños deben sentirse protegidos por nosotros y no es apropiado explicarles las dificultades financieras que nuestra familia pueda estar pasando.

Si empezamos a darles buenos hábitos de ahorro y de planear sus pequeñas finanzas, les ayudaremos a desarrollar una actitud positiva hacia el dinero que les ayudará durante el resto de su vida.


La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.


Fuente: Todobebe.com

martes, 7 de octubre de 2008

18-24 meses: Ayudando a tu niñ@ a manejar la agresión

Dra. Helena Duch, Psy.D


La agresión es una parte normal del desarrollo. Aunque la agresión existe desde que nuestros pequeños son bebes, en general no pensamos que nuestro niñ@ es agresiv@ hasta alrededor de los 2 años cuando le vemos pegar o morder. Hacia los dos años, los niños tienen maneras limitadas de expresar su frustración y no conocen las consecuencias de sus acciones. Nuestra guía en manejar conflictos va a ayudarles a expresarse de manera positiva y disminuir la frecuencia de actos agresivos. ¿Qué podemos hacer para minimizar la agresión?

La importancia de los límites Es muy importante que los niños sepan qué está permitido y qué no lo está, es decir que tengan unos límites muy claros. No pienses en los límites como disciplina sino como tu manera de guiar su comportamiento y enseñarle lo que está bien y lo que no. Una vez hayas decidido qué limites quieres mantener, sé consistente y asegúrate que se cumplen. Los límites ayudan a los niños a sentirse seguros porque saben lo que pueden esperar y predecir en su entorno.

Alternativas positivas Una parte importante de minimizar la agresión va a ser ofrecerle a tu pequeñ@ alternativas para su comportamiento. Cuando tenga un comportamiento agresivo, dile un rotundo “No” y ofrécele una alternativa para expresarse que sea positiva, ya sea decir que está enojado, poner un límite a un compañero o hasta una alternativa más física como dar un golpe a un cojín. Una vez haya pasado el incidente, es bueno que le hables acerca de lo que pasó. Juntos pueden entender qué le hizo sentirse así y hablar de qué puede hacer en otra ocasión. Pero, ¡recuerda! Esto sólo lo podrás hacer cuando haya pasado el incidente ya que en el momento, estará tan enojado que no podrá procesar lo que le dices.

Encuéntrale portándose bien Igual que vas a responder al comportamiento agresivo, es muy importante que le recompenses y elogies por sus comportamientos positivos. Piensa en una balanza e intenta decantar la balanza hacia lo positivo. Si tu pequeño(a) recibe elogios por su comportamiento positivo (como compartir, ayudar, expresarse con palabras) pasará más tiempo haciendo estas conductas que las agresivas. Por la contra, si sólo recibe atención por sus comportamientos negativos, hará más de estos. Aunque parezca mentira, los pequeños disfrutan de la atención del adulto, ya sea la positiva (con elogios) o la negativa (cuando le regañan) Si reciben más de la negativa, probablemente continuarán haciendo los comportamientos negativos porque despiertan atención.

Enséñale las consecuencias de sus actos Ayuda a tu pequeñ@ a entender las consecuencias de sus actos agresivos. A veces los niños pequeños no saben la fuerza que tienen o el daño que pueden hacer. Por eso es importante ir guiándole y explicándole que ciertos comportamientos tienen consecuencias negativas en los demás. Por ejemplo, “cuando empujas a Lola, le haces daño y después no quiere jugar contigo.”

Usa consecuencias lógicas para disciplinarle. Si en un momento agresivo tira un vaso al suelo, pídele que lo limpie o si tira una pelota contra un compañero, sácalo de la pista de juego. En esta edad la habilidad cognitiva de tus hijos es muy concreta, las consecuencias lógicas le ayudan a entender que los comportamientos tienen consecuencias directas. Evita negociar con ellos en estos momentos, el mensaje que queremos darles es “si haces esto, va a pasar esto.”

Modela comportamientos apropiados Piensa en modelar para ellos maneras no agresivas de resolver problemas. Si cuando les regañamos chillamos o les damos un cachetada (nalgada o bofetada, o cachete), les estamos dando el mensaje que es así como resolvemos problemas. Es más, hay varios estudios que nos han demostrado que los niños que son disciplinados físicamente, tienen más tendencia a ser agresivos. Hemos de probar de mantener la calma y mantenernos firmes en nuestra posición sin perder el control. Igualmente, hemos de modelar formas no agresivas de resolver problemas con nuestra pareja y las personas de nuestro entorno. Si esta es un área de especial dificultad para tu familia, no duden en pedir ayuda a un profesional. Igualmente, a veces la agresión de un pequeño(a) puede necesitar más ayuda de la que les podemos dar como padres. Si estás preocupada(o), habla con tu pediatra.

Observa su comportamiento No te olvides de observar mucho a tu niño(a) Si ves algún patrón de comportamiento que te indique en qué momentos tiene más tendencia a ser agresivo, puedes probar de prevenirlos y ayudarle a manejarlos de otra manera. Ten mucha paciencia y recuerda que todo aprendizaje lleva su tiempo, observando su entorno, aprendiendo de ti y su familia y experimentando con su propio comportamiento.



La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.

NOTA: Este artículo es para fines educativos solamente y no reemplaza una consulta médica o psicológica. No debes usar esta información para diagnosticar o tratar un problema de salud o de comportamiento sino consultar a algún médico o profesional de salud mental que te examine en persona y que esté autorizado para practicar su profesión en la localidad donde vives.



Fuente: Todobebe.com

Cuando los niños pegan y reaccionan con violencia

Ethel C. Palaci


A partir de que ya pueden compartir y jugar con otros niños, hay muchos pequeños que comienzan a pegar. Como no se pueden expresar con palabras de la manera deseada, usan la fuerza para hacer valer sus derechos. Estas muestras tempranas de agresividad irán desapareciendo a medida que aprenden a hablar y a manejar sus emociones. Pero, hasta entonces, los niños deben aprender a utilizar otra forma de mostrar su enojo o su desacuerdo.

¿Por qué se comportan así a esta edad?
Por ausencia de lenguaje oral: Al no dominar la comunicación verbal, su forma de mostrar rechazo, frustración, deseo o necesidad es a través de la agresividad, simplemente como una manera de decir qué quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver los problemas.

Por falta de límites:Una de las consecuencias de la falta de límites es la baja tolerancia a la frustración. Un niño a quien en casa le dan todo lo que quiere piensa que siempre va a ser así. Cuando se enfrenta a un no, lo más seguro es que tenga una rabieta o cueste aceptar ese límite. Nunca le han negado nada, no conoce el significado de la palabra “no” y es muy difícil entenderlo de repente.
Por problemas con la dentición: Si acaban de salirle los dientes es motivo para que empiece a morder con desesperación, todo lo que tienen cerca, aún el bracito de otro niño.
Por exceso de emoción: Muchas veces lo que acaba pareciendo una agresión, no deja de ser un acto de cariño, aunque algo exagerado. A los chiquitos les encanta darse besos y tocarse, pero a veces esto les pone nerviosos y simplemente se pasan de “cariñitos”. A esta edad aún no tienen control emocional.
Por ser egocéntrico: A esta edad los niños están en un momento evolutivo conocido como el “pensamiento egocéntrico”. Quiere decir que entre muchas otras cosas, son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Lo que quieren es “ahora” y no pueden comprender que otro también lo quiera. Lo quieren y listo, y ante la resistencia muerden y pegan.

¿Cómo deben reaccionar los padres si su hij@ pega?
Se entiende que estas conductas agresivas están dentro de lo normal a esta edad, pero es necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas. La clave está en corregir estos comportamientos con constancia pero sin dureza, evitando en todo momento ofrecerles modelos agresivos.

Fija límites
Explícale las consecuencias de sus actoscon frases sencillas como “haces daño” o “no se pega”. Quizá tarde en entender su significado, pero sí entiende que no apruebas su comportamiento.
Distrae su atención: retírale del conflicto y anímale a cambiar de juego. Es probable que olvide rápidamente el motivo de su disgusto.

Elogia su buen comportamiento: de igual manera como le llamas la atención cuando pega, debes subrayar su buen comportamiento. Los elogios le estimulan y le ayudan a diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
No lo descalifiques: evita decirle frases como: “Eres malo» o “Ya no te quiero”, porque cualquier niño de su edad necesita el amor incondicional de sus padres. Por el contrario, es muy probable que aumente su enfado.

Sé un buen ejemplo: usa técnicas no agresivas para enseñarle las consecuencias de sus acciones y la manera correcta de resolver conflictos. Darle en la manita o en las nalguitas cuando le pega a otro niño es contraproducente, porque el mensaje que le llega es: no se agrede a los demás, pero mis padres sí lo hacen conmigo.



Fuente: Todobebe.com

jueves, 14 de agosto de 2008

Técnicas de disciplina positiva

¿Qué técnicas de disciplina podemos usar en vez de las nalgadas y la disciplina física? Existen muchas técnicas de disciplina positiva, es decir, disciplina que se basa en principios de guiar el comportamiento del niño, ayudándole a crecer de forma más responsable y a desarrollar auto-control. Aquí tienes algunas ideas:

Los elogios y la atención positiva: una de las técnicas más efectivas para prevenir malos comportamientos es elogiar sinceramente los comportamientos positivos que hacen nuestros hijos. A menudo, con el ajetreo que viven las familias de hoy en día, nos centramos en darles mucha atención a los niños cuando se comportan de manera negativa pero nos olvidamos de darles mucha atención y elogios por sus comportamientos positivos. Si los niños reciben más atención por sus comportamientos negativas, tendrán más tendencia a comportarse así. Aunque parezca una locura, a los niños les encanta tener atención de sus padres, si reciben atención (aunque sea negativa) por portarse mal, continuarán reclamando atención de esta manera. Si ven que les dedicamos tiempo y les alentamos cuando se comportan de forma positiva, verán que pueden tener nuestra atención por todas las cosas maravillosas que hacen. Piensa en una balanza y prueba de decantarla hacia lo positivo, dándole más atención por los comportamientos positivos y menos por los negativos.

Las consecuencias naturales o lógicas: si un niño/a vierte un vaso de agua, la consecuencia natural es que lo limpie. Si está tirando sus juguetes en vez de jugar con ellos adecuadamente, la consecuencia lógica es que le quiten los juguetes, etc.
Elogiar el comportamiento opuesto: muchas veces los pequeños hacen comportamientos negativos porque llaman la atención y cuando los realizan consiguen que los adultos les presten mucha atención (aunque sea para regañarles) En estos momentos, es mejor ignorar el comportamiento negativo (a no ser que le vaya a poner en peligro a él/ella o otros) y centrarse en el comportamiento opuesto. Por ejemplo, si queremos que un niño/a pare de gritar para pedir las cosas, hemos de elogiar todos los momentos en que nos pide las cosas sin gritar. Si queremos que no pelee para compartir juguetes, hemos de elogiarle cada vez que le vemos compartir, etc. Asegúrate de decirle claramente por qué lo elogias, en vez de decirle “muy bien,” dile “me gustó como recogiste tu cuarto,” así aprenden exactamente los comportamientos que consideramos positivos.

Pérdida de privilegios: con los niños chiquitos (de menos de 6 años), los pérdida de privilegios tiene que ser inmediata. Asegúrese de explicarle al niño/a porqué perdió el privilegio y qué tiene que hacer para recuperarlo. Con niños más mayores, la pérdida de privilegios anticipados (como un programa de televisión favorito) son también efectivos. Nunca le quite a un niño/a algo que es una necesidad y no un privilegio (como la comida).
Prevenir el mal comportamiento: tener una rutina consistente, unas reglas claras de comportamiento en el hogar, actividades interesantes disponibles en los momentos de transición o en momentos que general conflicto son técnicas que te ayudarán a reducir la aparición de comportamientos negativos. Pueden escribir su horario y las reglas de la casa en un papel y ponerlos en un lugar visible en la casa. Así cuando haya conflicto, siempre pueden referirse a las reglas del hogar.

Tablas de recompensas: para modificar comportamientos conflictivos, establezcan una o dos metas, por ejemplo “Recoger los juguetes después de jugar.” Hagan una tabla donde cada día el niño/a pueda ganar una estrella o pegatina/calcomanía por realizar el comportamiento deseado. Cuando consiga 4 o 5 estrellas o calcomanías, déjele escoger una recompensa. La recompensa no tiene que costar dinero o sino que es mejor que sea algo social, que hace con usted o que hacen en familia como ver una película favorita, cocinar su comida especial, ir a pasear juntos al parque, etc. Esta técnica funcionará mejor con niños de 3 años en adelante.

Silla de pensar/ Tiempo fuera: esta técnica remueve al niño/a de la situación de conflicto y le da un tiempo para calmarse/pensar en lo que sucede. La silla de pensar consiste en separar al niño de la situación que genero la disputa o conflicto y llevarle a una silla que está designada como la “silla de pensar.” El niño/a debe permanecer en la silla unos minutos y pasados estos minutos, hablar acerca de lo qué sucedió y cómo puede actuar de mejor manera si se presenta la situación de nuevo. Una regla simple es que el niño permanezca sentado tantos minutos como años tiene (tres años- tres minutos) aunque realmente, los estudios nos demuestran que con sólo pasar unos minutitos, la técnica ya es efectiva. Alargar el tiempo no acostumbra a mejorar los resultados. Cuando el niño/a esté en la silla de pensar, hemos de ignorar su comportamiento y si deja la silla, acompañarle de vuelta. Nunca deje al niño en otro cuarto sin supervisarle. Una vez hayan pasado los minutos (pueden usar un despertador o un reloj de cocina), hablen con el niño/a acerca de lo que aconteció, porqué les hicieron sentarse y cómo puede reaccionar si se encuentra con esta situación de nuevo. Darle alternativas de comportamiento le ayudará a ver cómo puede comportarse si la situación ocurre de nuevo.

Un error común que cometen muchos padres es usar la técnica de la silla fuera para todos los comportamientos negativos de los niños. Esto hace que la técnica se transforme en una tarea para toda la familia y se vuelva inefectiva. Es mejor identificar unos comportamientos concretos (por ejemplo, los agresivos como pegar) para usar esta técnica. Para otros comportamientos podemos usar las consecuencias lógicas y naturales, la pérdida de privilegios, etc.

La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.


Fuente: Todobebe.com

Educando con nalgadas

Como padres una de las decisiones que hemos de tomar es cómo vamos a disciplinar a nuestros hijos. Dentro de estas decisiones, existe el eterno debate del efecto/impacto de la disciplina física o de la nalgada. A muchos padres les criaron dándoles una nalgada o usando disciplina física de una u otra forma. Cuando los padres decidimos qué tipo de estrategias vamos a usar con nuestros hijos, nos basamos en nuestras experiencias pasadas y en nuestras creencias y valores actuales. Algunos padres tuvieron experiencias que recuerdan como muy negativas y deciden hacer lo contrario de lo que les hicieron a ellos y otros dicen “si a mí me dieron nalgadas y salí bien, porqué no voy a hacer lo mismo con mis hijos.”Lo importante es que todos recuerdan si les dieron nalgadas y éstos no acostumbran a ser recuerdos positivos.


Sea cual sea la creencia, los estudios de investigación respecto al efecto de las nalgadas y la disciplina física han sido muy consistentes. A largo plazo, los niños que son disciplinados físicamente tienden a ser más agresivos y a usar violencia y agresión para resolver sus problemas. Además también hay más probabilidad de depresión y de uso de violencia con adultos en el futuro. Evidentemente, esto no quiere decir que por darle una nalgada a un niño/a vaya a ser más violento o estar más deprimido sino que los estudios nos han demostrado que, en general, a los niños que los disciplinan físicamente tienen tendencia a ser más agresivos.


Aunque puede parecer que dar una nalgada es una técnica muy efectiva a corto plazo, los estudios también nos han demostrado que NO es una técnica más eficaz que la disciplina no física. Las nalgadas y la disciplina física les ofrecen un mensaje confuso a los niños. Por un lado les decimos que lo que ellos hacen (que a menudo puede ser desafiar o pegar) no está bien pero para corregirles, vamos a usar las mismas técnicas que les estamos pidiendo a ellos que no usen. Igualmente, cuando usamos nalgadas o disciplina física para corregir su comportamiento, no les enseñamos a ser más responsables de sus acciones o a aprender como corregir su comportamiento de manera no violenta y positiva.
Además, las nalgadas y la disciplina física hacen que las otras técnicas que usamos para corregir el comportamiento de los niños pierdan validez. Por ejemplo, si en casa le damos nalgadas pero en la escuela usan la técnica de la silla de pensar, la falta de consistencia entre las diferentes estrategias hace que no funcionen. Las nalgadas con el tiempo también dejan de funcionar como técnica efectiva de disciplina.


En general, los momentos en los que disciplinamos a nuestros hijos son los momentos que más estrés nos generan como padres y es muy difícil mantener la calma. Usar disciplina física en estos momentos en que podemos fácilmente perder el control puede llevarnos a actuar impulsivamente de maneras en que después podemos arrepentirnos. La disciplina física puede llegar a escalar de manera en que dañamos al niño/a.


Finalmente, la Academia Estadounidense de Pediatría nos recuerda que las nalgadas y la disciplina física le enseña a los niños que causarles dolor a los demás, incluso a los seres que más queremos, es una manera justificada o adecuada de controlarles o manejar su comportamiento.


Existen muchas técnicas de disciplina que no usan las nalgadas o disciplina física. Para leer acerca de estas técnicas, consulta nuestro artículo sobre la Disciplina Positiva.


La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.


Fuente:
Todobebe.com

miércoles, 18 de junio de 2008

Ayudando a los niños a combatir sus miedos

Los miedos son una parte normal del desarrollo y son esenciales para los seres humanos. Sin miedo, no nos apartaríamos del fuego, de los precipicios o de alguien con una pistola. En general, los seres humanos tenemos miedo a lo desconocido y potencialmente peligroso. A medida que nos hacemos mayores, esto disminuye pero si pensamos en todas las cosas que pueden ser desconocidas y peligrosas para un niño(a) en edad preescolar empezaremos a entender porque pueden tener tantos miedos. Algunos miedos comunes son el miedo a la oscuridad, a animales, a los payasos o personajes disfrazados, a estar solos, etc. Además durante los años preescolares, los niños tienen una imaginación muy activa y continúan teniendo dificultad separando lo real de lo imaginario, aumentando así las posibles fuentes de miedos.

Demuéstrale que le entiendes Para ayudar a nuestros pequeños a combatir sus miedos, hemos de demostrarles que les entendemos. En vez de desmentir sus miedos y decirles que no son nada, probemos de ponernos en su piel y demostrémosles que comprendemos cómo se sienten; “veo que estás muy asustado cuando cerramos la luz, sé que puede asustar mucho verlo todo a oscuras.”

Ayúdale a explorar sus miedos Evita negar sus miedos (“esto no es nada”), y prueba de comprenderlos. Podemos hacerles preguntas para ver qué es exactamente lo que les asusta y qué tienen en su cabecita; “¿Qué pasa cuando cierro la luz?” “¿Qué es lo que más te asusta de estar a oscuras?” “¿Dónde crees que hay monstruos?” Aunque las historias que nos cuente sean muy fantásticas, probemos de no minimizarlas o ridiculizarle sino simplemente escucharle atentamente.

Usa tus poderes Igual que la imaginación les sirve para darles poderes mágicos a los objetos de su entorno, los preescolares también atribuyen poderes mágicos a sus padres. Aprovecha tus poderes para darle mucho apoyo, seguridad y comprensión. Dile que tú siempre estás ahí para protegerle y que no vas a dejar que le pase nada. Los niños de esta edad creen que los poderes de sus padres pueden protegerles contra muchísimas cosas. Poder hablar contigo de sus miedos abiertamente, va a ser en sí una gran ayuda.

Pensar juntos cómo combatir los miedos Pensar juntos en cosas que podéis hacer para aliviar sus miedos. Ya sea mirar debajo de las camas antes de ir a dormir, dejar una lucecita abierta o dormir con un osito u otro objeto querido. Dale el poder de decidir y pensar en soluciones para su miedo. También puedes proporcionarle explicaciones simples para ayudar a calmar sus miedos. Estas explicaciones pueden decirle cosas concretas que hacer cuando se enfrente al miedo. Por ejemplo, “los payasos son señores que van pintados y no quieren hacerle daño a los niños. Cuando veamos uno, si tienes miedo, dame la mano y yo te cuidaré y me aseguraré que no nos acercamos a él.”

Facilítale estrategias para combatir miedos del pasado Cuando los miedos se basan en una experiencia pasada que ha sido real, no le mientas para calmarle. Por ejemplo, si tiene miedo de los médicos porque de pequeño tuvo que estar mucho tiempo en el doctor o el hospital, no le mientas diciéndole que no le van a hacer daño. Es mejor darle estrategias para sobrellevar el miedo. Asegúrale que siempre estarás con él/ ella, déjale llevarse un muñeco u objeto que le calme, háblale de lo que va a pasar y dale mucho, mucho cariño y apoyo.

Ayúdale a afrontar los miedos de manera progresiva Puedes ayudarle a afrontar algunos miedos de manera progresiva. Por ejemplo, si tu pequeña(o) tiene miedo del tren y sus ruidos, puedes empezar leyendo libros acerca de trenes y cómo funcionan, jugar con trenes y otros vehículos, podéis ver un tren en televisión, hacer un dibujo de un tren, jugar a hacer ver que vais en tren y solo si se siente lista(o) aventuraros a ir al tren juntas(os) – quizás con tapones en las orejas al principio hasta que se sienta más cómoda con sus ruidos. ¡Nunca le fuerces a enfrentarse a un miedo! Esto podría provocarle una reacción todavía peor. Sólo da pequeños pasos si ves que tu pequeña(o) los tolera. Jugar a hacer ver (juego de fantasía) que combate sus miedos es una manera ideal de practicar las habilidades que necesita para hacerles frente.

Protégele de la fuente de los miedos Intenta proteger a tu niño de cosas que engendran miedo, como películas en la televisión, el noticiero/ las noticias, imágenes en el periódico, etc. Los adultos estamos tan acostumbrados a estas imágenes que a menudo nos olvidamos del fuerte impacto que pueden tener en los más pequeños (¡y también en nosotros!)

Usa libros y materiales educativos Existen libros infantiles que hablan acerca de los sentimientos y otros específicamente que hablan de cómo combatir los miedos. Puedes usar estas lecturas para ayudarle. Consulta con tu biblioteca pública o tu librería.

Acepta los altos y bajos Cuando logre conquistar un miedo, celébralo por todo lo alto. Habla de lo mucho que ha trabajado para combatir su miedo y del gran logro que esto supone. Pero dile también que no pasa nada si tiene una recaída y que no dude en contártelo si es así.

No dudes en buscar ayuda adicional Si crees que los miedos de tu pequeño(a) están interfiriendo con su vida diaria y su habilidad de disfrutar de las cosas, si le duran mucho tiempo o se hacen más intensos con el tiempo e influyen con su vida social (su habilidad de hacer amigos, ir a la escuela), es buena idea que hables con un profesional – su pediatra, un psicólogo o consejero – quien puede ayudaros a combatir los miedos para que tu pequeño(a) disfrute de una vida llena de gozos.



La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.



Fuente: Todobebe

Desarrollo social en la edad preescolar

Desde muy pequeños a los niños parecen fascinarles los otros niños. Quizás recordarás a tu bebé observando a un hermano o primo atentamente, o sonriendo a un pequeñín que encontraron por la calle. En general, a los niños les interesan mucho los otros niños y entre los dos y los tres años empiezan a jugar con ellos de manera más activa y a formar amistades, pero el proceso no es del todo fácil. Formar relaciones sociales positivas es una habilidad que se ha de aprender, y hay muchas cosas por aprender: compartir, tomar turnos, ser respetuoso, aceptar las diferencias ¡qué trabajo! Pero el placer de tener amigos y disfrutar de la compañía de los demás va a llenar a tu niño(a) de satisfacción para el resto de su vida.

Oportunidades para socializar Su desarrollo social necesita muchas oportunidades para practicar. Para aprender a formar amistades, ha de pasar suficiente tiempo con otros niños y poner en práctica sus nuevas habilidades. Piensa en tu día a día y las oportunidades que puedes proporcionarle a tu pequeña(o) para pasar tiempo con otros niños. Puedes invitar a amigos a casa, llevar a tu niña(o) a casa de amigos, encontrar amiguitos en el parque, en la biblioteca, apuntaros a un grupo de juego, una clase de música o movimiento para niños, etc. Lo importante es que tenga tiempo con otros niños y muchas oportunidades para practicar sus habilidades sociales.

La importancia de la guía de un adulto Durante su tiempo con otros, hay muchas cosas para aprender y perfeccionar. Los pequeños han de aprender a compartir, a tolerar las opiniones de los demás, a comprender el impacto que su comportamiento tiene en los sentimientos de los demás, a tomar turnos… Todas estas habilidades necesitan supervisión de adultos para facilitar su aprendizaje en el momento (cuando están sucediendo) Si dejamos a dos niños de tres años jugando solos, probablemente se encontrarán con desafíos al intentar manejar su relación. Primero siempre les hemos de dejar probar de resolver esos desafíos por su cuenta, pero si vemos que tienen dificultad, tenemos una buena oportunidad para ayudarles a negociar el conflicto y desarrollar sus habilidades sociales.

Es recomendable mantener las horas de juego con amigos a un tiempo limitado entre 45 minutos y una hora cuando el niño(a) es pequeño(a) para ayudarle a desarrollar habilidades sociales sin abrumarlo. A medida que va creciendo, puede pasar más y más tiempo de juego no estructurado con sus amigos.

La asociación “De Cero a Tres” “Zero to Three” nos recomienda las siguientes ideas para facilitar el desarrollo de las habilidades sociales y la amistad con niños pequeños:

Sugerirle a tu pequeña(o) que busque ayuda en otros niños para resolver problemas. Por ejemplo, podemos decirle “¿Por qué no le preguntas a María como ha conseguido el color morado en la pintura? Parece que ella lo hizo mezclando unos colores.”
Ayuda a tu niño a reflexionar el impacto que su comportamiento tiene en los demás. Por ejemplo, “Veo que le quitaste el juguete a Juan y le dijiste que no podía jugar, ¿cómo crees que se siente Juan ahora?”
Anímale a trabajar en equipo o en grupo cuando sea posible. Por ejemplo, en la caja de arena en el parque, puedes proponer “¿Por qué no prueban de construir un castillo entre los dos, Juan y tu?”
Ayúdale a comprender el punto de vista de los demás para que vaya desarrollando su habilidad de sentir lo que sienten sus amigos. Por ejemplo, “Sebastián está triste porque su mamá tuvo que irse, ¿qué crees que podríamos hacer para que se sienta mejor?”
Tu eres el mejor amigo de tu pequeño(a) y contigo puede practicar todas estas habilidades de manera segura. Así que dale oportunidades de jugar contigo. Todas las habilidades que practique y aprenda en casa, le serán más fáciles de poner en práctica con sus compañeros.



La Dra. Helena Duch es psicóloga infantil y familiar especializada en trabajar con familias que están planeando, esperando y criando a niños en la primera infancia. La Dra. Helena tiene un doctorado en psicología infantil y escolar de New York University y una maestría en Psicología del Desarrollo Infantil de Columbia University y es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Ramon Llull en Barcelona. Además la Dra. Helena está licenciada como psicóloga en el estado de Nueva York y en España, su país natal.



Fuente: Todobebe

miércoles, 14 de mayo de 2008

Más sobre los límites

Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es grosero, ellos también lo serán.

Aplicando límites y reglas a nuestros hijos e hijas.


a) ¿Por qué es necesario poner LÍMITES y establecer REGLAS?


• Los niños necesitan ser guiados por los adultos para que aprendan cómo realizar lo que desean de la manera más adecuada.

• Es fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal.

• Los límites deben basarse en las necesidades de los niños.

• Lo que se LIMITA es la CONDUCTA, no los sentimientos que la acompañan. A un niño se le puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta algo o impedirle una emoción o sentimiento.

• Los LÍMITES deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del niño. Se trata de poner límites sin que el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.

• Señale la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones son poco efectivos y alteran a las personas.
• Evite calificar al niño, solamente señale el problema.
• Sea firme, pero tranquilo.



b) ¿Qué podemos hacer?

• Dedique el tiempo suficiente... Si uno está mal para enfrentar el día, si no se lleva bien con otros miembros, si se siente presionado o si tiene temor por el día que se avecina, los niños sentirán esta tensión.

• Cuando no se respetan los LÍMITES, debe traer consecuencias. Las cuales deben ser proporcionales, directas y, en la medida de lo posible inmediatas a la situación que las provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la situación. Esto es, que guarden una relación natural o lógica con la conducta en cuestión.

• Las REGLAS deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos, deben ser el producto de la discusión y el entendimiento.

• Es más fácil establecer DISCIPLINA cuando la persona responsable de los niños realmente se siente satisfecha de estar a cargo del niño, cuando disfruta al compartir con ellos y cuando es capaz de respetar la necesidad de seguridad de ellos. La disciplina da buenos resultados cuando los adultos son firmes, observadores y afectuosos, nunca si estos se muestran superficiales. La disciplina debe ser firme pero nunca grosera, respetuosa y no hiriente, o sea debe controlar pero nunca lastimar al niño.

• NO queremos que los niños crean que porque deseamos ser sus amigos, ellos podrán hacer lo que deseen. No queremos tampoco que nos tengan miedo. El mundo necesita gente que tenga coraje y que sea original, no gente TIMIDA.

• La DISCIPLINA depende en gran parte de las habilidades y de las conductas de los adultos, como también de la capacidad para combinar el afecto y el control. Esto es difícil, pues exige mucho de nosotros mismos. La buena disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se cumplan, implica también que nos gusten los niños y que ellos se sientan aceptados y queridos por nosotros. El proveerles de reglas claras y apropiadas es sólo para su protección.

• Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es grosero, estos también lo serán.

• La DISCIPLINA no es sólo una palabra, una técnica o un conjunto de reglas. Se requiere combinar el afecto con el control; además el planear y el organizar muy bien el espacio, como también distribuir el tiempo disponible. El manejo de los niños debe ser gentil pero con autoridad, ofreciéndoles siempre dirección y conductas apropiadas para imitar. Los niños necesitan adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos puedan confiar.

• Además, debemos recordar que el tono de voz, el uso de las manos, los gestos y las acciones pueden contribuir a controlar problemas. Las palabras del adulto también pueden ayudar al niño a comprender sus sentimientos y los de otros.

“Recuerde el que su hijo (a) estudie o NO lo haga, es una cuestión de REGLAS y de límites, que los padres debemos aprender a manejar”.



c) Poner límites claros y adecuados a la capacidad del niño:

El grado de autocontrol que tienen los niños depende, en gran medida, de la actitud de los padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa. Todos hemos oído casos de niño que a muy corta edad han sido operados en tantas ocasiones que cuando sus padres les dicen que van al hospital cogen su osito y no muestran mayor rechazo. Con la capacidad para tolerar frustraciones y para auto controlar las expresiones de agrado o desagrado sucede lo mismo. Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que no, esa decisión es inamovible, pero también puede saber que se le permitirá gritar, protestar y tirarse al suelo para mostrar frustración sin que nadie le pare los pies. El grado de autocontrol y de tolerancia a la frustración está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer respetar su autoridad. La familia tiene más razones para saber que debe poner límites claros y que sean adecuados a lo que el niño puede ofrecer.



d) Principios básicos para padres y madres que desean educar bien:

1. Nosotros somos los educadores, la escuela o colegio sólo complementan.
2. Educar bien es enseñar a: conocer las propias posibilidades, desear crecer, aceptar nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, es enseñar a vivir.
3. Educar bien es enseñar a adaptarse a todas las situaciones: buenas o malas.
4. Educar no es proporcionar experiencias buenas y asilarle de las malas. Es ayudarle a aprender de ellas.
5. Para educar bien no existen recetas, se aprende de experiencias concretas y luego se generaliza.
6. Educar es una toma de decisiones constante.
7. Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados.
8. Ser conscientes de ello ayuda a educar más sensatamente.
9. Educar bien a mi hijo (a), no es compensarle por loo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni necesidades, no se las crees”.
10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron cuando me educaron.
11. Debo educar en el presente con perspectiva de futuro.
12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el futuro.
13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.
14. Para educar bien es necesario tener sentido común.
15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.
16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el problema parezca pequeño.
17. No existen los superpadres, todo el que te comente que su relación con su hijo es perfecta, puede ser que necesite aparentar o que no quiere ver los problemas.
18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar a cada hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a crecer aceptando la individualidad de cada uno.
20. Educando voy a cometer errores.
21. No hay error que no se enmiende.
22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.
23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay problemas hay que “tomar la situación de inmediato”.
24. Sé positivo. Dile a tu hijo lo que degusta y pon un límite a lo que no te gusta.
25. Un niño (a) es una antena parabólica constante. Se entera de todo, lo imita todo. El niño aprende más de lo que ve, que de lo que decimos.
26. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones le fascinará, incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.
28. El niño necesita libertad conducida.
29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo hará él.
30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan pero que debe aceptar, le preparo para asumir la realidad.
31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que le disfracemos las cosas para aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en mis padres ¿en quién puedo confiar?
32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de forma breve.
33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo digo”.
34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las personas sólo aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos. Formamos hijos inmaduros incapaces de enfrentarse a la frustración.
35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.
36. La atención que le prestamos es nuestra mejor arma. Quién sabe cómo y cuándo prestar atención a su hijo(a) sabe educar.


Todos estos principios se pueden resumir en el siguiente pensamiento:


• Sé que puedes.
• Por eso te enseño y te exijo.
• Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco.



e) ¿Cómo aumentar las conductas positivas y eliminar las negativas?

• Tenga en cuenta que igual que usted como padre – madre puedes modificar la conducta de tus hijos, éstos modifican de forma intuitiva tu propia conducta.
• Las normas deben ser claras, esta bien definidas, y se adecuadas para cada niño según la edad.
• Es importante establecer diferencias entre los hermanos. De otro modo los mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil) y, por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?
• No es injusto que un pequeño se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad o no pueda recibir una bicicleta hasta tener 3 años más. De este modo deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será deseable porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios.
• No pida cosas que el niño o la niña no puede hacer.
• Cuando exija al niño, no actúe de forma contradictoria.
• Sea coherente en la aplicación de las normas.
• Cuando se produzcan desacuerdos entre los padres sobre la forma de educar a los niños, nunca se deben discutir delante de ellos.
• Evite centrar la autoridad en un solo padre – madre.
• No delegar la autoridad en otro.
• No se desautorice nunca.
• No modifique los castigos (consecuencias) una vez anunciadas.
• No castigue con algo que no pueda cumplir.
• Acostúmbralo a pedir permiso.
• Cuando tengas que poner un castigo: no te alteres, por nada del mundo.



f) Finalmente recuerde:

Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de los límites que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso con el castigo, porque si éste no se lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por temor, pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad de manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la experiencia. Ante un berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas son las consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado, remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte relación familiar.

“Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”.



Aporte hecho por una participante del foro de TODOBEBE ACA

martes, 13 de mayo de 2008

PONER LIMITES A NIÑOS Y ADOLESCENTES

Los niños también necesitan límites

El abandono de tácticas excesivamente autoritarias no debe desembocar en una permisividad contraproducente para padres e hijos

Una de las grandes dudas de padres y madres en la educación y socialización de sus hijos e hijas es referente a los límites que deben imponerles en sus actitudes y comportamientos. ¿Cuándo hay que recriminar, advertir o castigar a un niño? ¿En qué momento el ejercicio de la autoridad pasa de lo necesario a lo abusivo? ¿Cómo podemos guiar a nuestros hijos sin generar tensiones innecesarias? Las preguntas se amontonan y no siempre se encuentran respuestas. Un primer paso para afrontar estas dificultades consiste en tomar conciencia de que no es beneficioso, para pequeños ni para adultos, proteger y excusar por sistema la actitud de los hijos e hijas.

Las consecuencias de la permisividad total y la sobreprotección pueden ser muy negativas. He aquí dos ejemplos reales y cada vez más habituales. En el primer caso, un niño de unos ocho años se acerca a una mochila en un centro comercial y le arranca un elemento decorativo. El dependiente le llama la atención y le pide que se lo devuelva. El niño acude a su padre diciendo que el empleado le ha maltratado. Acto seguido, el padre se encara con el dependiente y le desautoriza de malos modos, en público y delante de su hijo. ¿Qué aprende este niño? Que su padre le defenderá aunque se comporte mal. Es decir, que portarse mal no está mal.

En el segundo, un padre es juzgado por abofetear a un profesor. La razón: el docente había amonestado a su hija porque no quería entrar en clase tras el recreo. El padre no acude al juicio. El profesor no pide sanción: sólo quería que el progenitor le pidiera disculpas delante de su hija, para que ésta supiera la diferencia entre un comportamiento correcto y otro incorrecto. Pero no hay disculpas y el profesor ha cambiado de colegio. La niña sigue en el centro.

Del autoritarismo a la libertad
Estos son sólo dos muestras de un fenómeno social creciente y preocupante que no tiene una sola explicación. Muchos investigadores aseguran que la experiencia familiar de los actuales progenitores ha influido de forma notable. Hace veinte años, adultos formados con una educación familiar estricta se estrenaron en la tarea de ser padre o madre, convencidos de que había que superar el autoritarismo que habían sufrido. Eso empujó a muchos de ellos a dejar hacer, a no llevar la contraria al hijo o hija para que no sufriera traumas psicológicos, a no usar los castigos como método de aprendizaje, a satisfacer caprichos, a proteger a los hijos e incluso desprestigiar en algunos casos a otros educadores, principalmente maestros.

La tolerancia a la frustración y el autocontrol
En la educación de un hijo no se pueden evadir las normas ni la jerarquía. Un niño aprende que cuando su madre o su padre dicen que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido.

Ante una pataleta o un enfado, se le puede ignorar hasta que recobre la calma, pero no celebrar que se ha tranquilizado ni negar el conflicto. Tras perder el autocontrol y recuperar la tranquilidad, el niño aguarda expectante. La indiferencia le dolerá más que un castigo ponderado, por lo que conviene hacerle ver lo estéril de su comportamiento con un ejercicio de la autoridad que le permita aprender algo de la experiencia.

Poner límites a las conductas, no a los sentimientos
Los niños necesitan ser guiados por los adultos y para ello es fundamental establecer reglas con las que fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal. Los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima. Por eso, no se debe descalificar ("eres un tonto", "eres malo"...), sino marcar el problema ("eso que haces o eso que dices está mal"). Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación. Los sermones no sirven de mucho. Los niños responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto de firmeza y serenidad, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso.

¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos e hijas?
Porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos.
Porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar.
Porque cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos.

Porque los adultos, el padre y la madre, nos desautorizan mutuamente y seguimos líneas de actuación claramente contradictorias.



PAUTAS PARA PADRES Y MADRES

Deben dedicar tiempo a los hijos. Muchas conductas de los hijos no se controlan simplemente porque su padre y su madre no están disponibles para atenderles.

El niño tiene que aprender que rebasar los límites puede traer consecuencias negativas para él. En cualquier caso, esas consecuencias deben ser proporcionadas y, a poder ser, inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente.

En lo posible, las reglas y los castigos deben ser pactados entre los padres y los hijos.

La disciplina sólo la pueden ejercer adecuadamente los progenitores que sean capaces de combinar el cariño y el control.

Conviene recordar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos o lo que les hacemos, sino cómo "somos". Por eso, la educación representa no sólo revisar nuestras conductas con ellos, sino nuestra forma de ser como personas.

Se precisa un buen clima familiar.

Es normal que los niños prueben tanteando a sus padres para comprobar hasta dónde pueden llegar. Es en ese momento cuando más firmes deben mostrarse los padres. Si ceden, luego será muy difícil dar marcha atrás.

Todo ello incluye la necesidad de que los padres sean razonablemente flexibles, según las circunstancias y la edad.

Los efectos de no poner límites moldean a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.

Leer el artículo en la página web consumer.es EROSKI

Limites y disciplina

A veces el solo hecho de nombrar la palabra límites molesta, pues parecería que si estamos “limitando” estamos cortando las posibilidades de nuestros hijos. Sin embargo, la palabra límite no tiene que ver con limitación, sino con protección, nosotros ponemos límites a nuestros hijos para protegerlos y para protegernos.

Desafortunadamente muchos de nosotros no hemos aprendido a poner límites, y esto tiene que ver con no saber protegernos, no saber poner límites a nuestros empleados, a nuestros jefes, a nuestros vecinos, a las personas que nos dan algún servicio.

Para poner un límite generalmente la gente piensa que se requiere ejercer violencia, agresividad y por tal motivo suele esperar hasta que la situación estalle. Mientras tanto los límites se van poniendo flojos, elásticos y parece que no existen. Esto causa mucho desconcierto a las personas que dependen de nosotros, especialmente a los hijos. La palabra clave es Firmeza, y la firmeza tiene que ver con la Seguridad interna, con autoestima.

¿Fácil de decir verdad? Mucha gente confunde esta seguridad con estar enojados, y la única forma como ponen límites es enojándose.

¿Te gustaría poder poner límites sin necesidad de llegar al enojo, incluso hacerlo con cercanía?

Te doy a continuación algunas ideas para resolver este dilema.

1) Lo primero que hay que entender es que al ponerle a tu hijo un límite no lo estás perjudicando, sino al contrario, le estás enseñando a cuidarse para que pueda ejercer su libertad en forma responsable y segura. Entonces un límite adecuado ayuda a tu hijo a sentirse seguro y cuidado por ti.

2) Los límites van de acuerdo a la edad. Evidentemente no se le va a poner el mismo límite a un niño de 4 años que a un adolescente. Los límites van de acuerdo a su desarrollo y capacidades.

3) Qué de los castigos? El castigo no tiene sentido para poner límites de forma humanista. Es mucho más formativa aplicar consecuencias a los actos. Por ejemplo, si lo tiras lo recoges. Es muy importante encontrar consecuencias lógicas a los actos de los niños ya que de esa manera los hacemos responsables. Es razonable, de acuerdo a la edad y capacidades del niño que en cierta medida resuelva el daño que haya podido hacer.

4) Es válido golpear? La respuesta es NO. Aunque los castigos físicos pueden funcionar aparentemente de manera coercitiva, las heridas emocionales que dejan pueden durar toda la vida. Considero que la violencia física o emocional hacia un ser humano no ayuda a crecer y lastima la seguridad y autoestima. Poner límites de ninguna manera significa ser cruel ni ensañarnos con los niños.

5) ¿Es válido dejarle de hablar? Desde luego que no es válido, el poner una consecuencia no tiene nada que ver con desamor, y algo que puede dañar muchísimo a un ser humano es la desconfimación (no hacerle caso). De ninguna manera “castiguemos” a nuestros hijos quitándoles el afecto o la atención.

6) En ningún momento se debe “castigar” quitando al niño actividades que le permiten su desarrollo personal. Por ejemplo, no se vale castigarlo quitándole el entrenamiento de fútbol, o no llevándolo a su clase de canto.

7) Es importante no humillarlo, ni ridiculizarlo, ni exponerlo a “castigos” degradantes. Puede llevarse toda la vida tratando de curar estas heridas.

8) ¿Te sucede que cuando estás contento si se trata de permitir “todo se vale” y cuando estás enojado “nada se vale”? Es curioso cómo permitimos que nuestro estado de ánimo intervenga en nuestra manera de poner límites. Lo ideal es que las reglas sean claras independientemente de nuestro estado de ánimo, así como las consecuencias.

9) ¿Qué aprende un niño al ponerle límites adecuadamente? El niño aprende valores (orden, limpieza, respeto), aprende a comportarse de forma segura. Los límites les permiten aprender a organizarse, a tener buenos hábitos que los ayuden a vivir mejor. Aprende a confiar en ti, pues lo respetas, lo cuidas, le atiendes.

10) Límites y Claridad. Cuando pongas un límite es muy importante estar muy claro de hasta dónde es el límite. Por ejemplo, si tu hijo está jugando un videojuego, necesitas antes de expresarle el límite saber en tu interior cuánto tiempo le vas a dejar juagar (y ponerte de acuerdo con tu pareja), teniendo claridad tú, es importante que expreses claramente el límite por ejemplo “Te voy a dejar jugar 45 minutos.” y algo importantísimo, cumplirlo. Por eso no pongamos límites ni consecuencias que no podamos cumplir.

11) Límites y constancia. Poner límites es una labor de paciencia, consistencia y constancia. Aunque estemos cansados, o en ese momento no queramos conflictos, el límite sigue igual

12) Límites y Congruencia. ¿Se te hace congruente decirle a tu hijo que no debe fumar si tu fumas?¿O que no coma en la sala si tu lo haces?¿Crees que le basta con decirle, “Es que yo ya soy grande” ?¿Se te hace lógico que le digas cuando te hablan por teléfono “dile que salí”, pero tu quieres que él te diga la verdad?

13) ¿Pasamos de la Impotencia a la Prepotencia, de la excesiva tolerancia a la intransigencia? Muchas veces venimos de un sistema autoritario y queremos ser distintos con nuestros hijos, de chicos obedecíamos a nuestros padres y ahora obedecemos a nuestros hijos. La potencia se encuentra en la firmeza. Firmeza es mandar a tu hijo el mensaje inequívoco de que el límite no se mueve.

14) Generalmente los límites se pierden en situaciones críticas como un divorcio, ya que los padres pueden tomar la actitud de sobre-proteger desde el dolor o desde la culpa. Los límites dan seguridad, estructura y rigor interno. Les permite sufrir menos estas situaciones críticas. Otras veces es una forma de sabotear al excónyuge, o bien una manera de confirmarme como alguien diferente a quien fue mi pareja.

15) Hay ocasiones en que cuesta mucho trabajo aplicar las consecuencias, pues nos sentimos culpables o nos duele ver a nuestro hijo llorar. Recuerda que el límite se pone con cariño, si la consecuencia que pusiste es equilibrada (no lastima, no degrada, no es exagerada), creo que tal vez te podrías sentir satisfecho de estar educando a tu hijo. La culpa es un sentimiento que no te lleva a nada, resuelve lo que te hace sentir culpable, y trasciende la culpa.

16) Y más sobre la culpa. De ninguna manera es deseable para nuestros hijos enseñarles a sentirse culpables, en ningún sentido esto les ayuda a ser mejores personas. Dejemos de enseñar desde el miedo y la culpa. Es mejor hacerlos responsables, enseñarles a responder por sus actos de acuerdo a su desarrollo.

17) La duda y los límites. Uno de los retos mayores para los padres es cuando se duda sobre los dónde están los límites y cómo poner consecuencias lógicas. Muchas veces somos permisivos cuando tenemos duda, si esto continua acabamos no poniendo límites. Algo que otras veces hacemos es decirle en ocasiones una cosa y en otras otra, y así lo único que logramos es confundir al niño. Por eso es importante superar la duda lo antes posible enfrentándola, platicando con tu pareja, con gente profesional y leyendo. Contéstate estas preguntas, tal vez te aclaren: ¿Cómo este límite puede ayudar a mi hijo a vivir mejor? ¿Estoy satisfaciendo una necesidad de un tercero? ¿Esta consecuencia le ayuda a desarrollarse o más bien lo daña y lastima?

18) Los límites se aplican con afecto. Para poner un límite es necesario atender a nuestros hijos, estar presente, estar ahí. El límite se pone con afecto porque no se pone como último recurso cuando ya estás enojado y la situación se sale de control. Se pone como un cerco protector, y con cariño y al mismo tiempo con firmeza se hace cumplir.

19) ¿Cómo te sientes si vas de noche por una carretera sin señalamientos, ni líneas pintadas en el piso? Los límites son delimitaciones de camino son cercos protectores, dan seguridad.

20) Abreviando: Los límites debe ser: claros, concretos, concisos, cumplidos y congruentes.

21) Para ponerlos se requieren 3 pasos: se habla, se les recuerda, hay consecuencias.

22) Existen 2 características básicas para poner límites: firmeza y cercanía.

23) El límite correctamente aplicado produce sucesivamente:

- Autonomía (empiezan a valerse por sí mismos)

- Libertad (se les puede dar mayor libertad si se comportan adecuadamente)

- Auto-disciplina (pueden desarrollar actividades sin necesidad de presiones externas, esto es fabuloso, es un regalo para toda la vida)

- Auto-control (les permite medirse, y no caer en excesos)

- Rigor interno (les permite levantarse y seguir adelante)

24) Al poner límites a tiempo protegemos a nuestros hijos de alcoholismo, drogas y comportamientos delictivos. Nos protegemos a nosotros al enseñarles respeto, orden, cuidado, generosidad,... en forma congruente y con afecto.

No todos los niños son iguales, ni se trata de estandarizarlos, se trata de ayudarlos a encontrar su mejor potencial.

Nuevamente insisto en el respeto, calidez, afecto, atención y aceptación hacia tus hijos. La comprensión, la cercanía, permitirles expresar sus sentimientos de miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto. Poner límites no significa impedirles que se expresen, es enseñarles a hacerlo en forma adecuada.

Entiendo que para hacer esto que te pido se requiere mucha paciencia, mucha constancia, trabajo personal (para no engancharte), amor y dedicación. Y de esto se trata el ser padre y madre.

Leer esta nota en su web original Ayuda Emocional

CÓMO PONER LÍMITES A LOS NIÑOS

¿Por qué las normas y los límites son necesarios?

Aunque suponen un mayor gasto energético, pues se ha de vigilar su cumplimiento, marcar límites a los niños se hace necesario, ya que:

- dan seguridad y protección:

- si el niño es más fuerte que los padres, no se podrá sentir protegido por ellos.

- permite predecir la reacción de los padres ante determinadas situaciones y comportamientos.

- ayudan al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas. Son una referencia.

- enseñan al niño a saber renunciar a sus deseos, y ello le prepara para situaciones similares que la vida le deparará.



¿Qué hace que a algunos padres les cueste poner límites a sus hijos?

Puede tratarse de:

- padres que sienten que no tienen energías suficientes para enfrentarse a sus hijos.

- o padres que intentan, de esta forma, compensar el poco tiempo de dedicación que les pueden dar.

- o padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad para defenderlas.

- o padres que, entre sí, tienen opiniones distintas sobre una misma situación, e infravaloran o desacreditan el juicio del otro progenitor. No hay respeto entre ellos.

En estos casos, se hace necesario el asesoramiento y seguimiento de la situación, por parte de algún especialista..



¿Qué es lo realmente perjudicial para el desarrollo del niño?

Todas las situaciones extremas perjudican el crecimiento y desarrollo del niño:

- tanto el establecer unos límites o normas demasiado estrictas o excesivas en cuanto a cantidad, pues ello no dejaría crecer al niño.

- como el no poner ningún tipo de límites a su comportamiento. Las consecuencias de esta actitud darán lugar a un niño que no tiene nunca suficiente, cuyas exigencias son cada vez más elevadas y donde las negativas serán cada vez vividas de forma peor. Estaremos pues ante un niño, con gran dificultad en postergar la satisfacción de sus deseos, con lo que ello supone. Su autoestima quedará ligada a la posesión material de cosas, regalos,...es decir, una alta dependencia de las cosas materiales.


¿Qué condiciones son fundamentales para poder establecer con éxito los límites a nuestros hijos?

Para que el niño se muestre dispuesto a aceptar las normas o los límites marcados por los padres, es necesario que se cumplan otras condiciones:

- que exista un buen clima familiar, de afecto y cariño.

- los padres deben estar convencidos de aquello que exigen y, por tanto, han de luchar para su cumplimiento.

- las normas marcadas por los padres han de ser claras y realmente necesarias, y, por tanto, no han de ser excesivas, pues ello acabaría por convertirlas a todas en ineficaces.

- los padres deben comportarse de forma coherente a lo exigido, pues con el ejemplo también se enseña; por tanto, han de ser consecuentes con el modo habitual de hacer en casa.

- es normal y habitual que el niño quiera probar, con su actitud y con su conducta, hasta dónde puede llegar y cuál es la reacción de los padres si se sobrepasa el límite marcado.
Es, en ese momento, cuando hay que mostrarse firmes, pues si se cede, después costará mucho más retomar nuevamente el respeto de esas normas.

- todo ello, no excluye (si bien al contrario) la necesidad de que los padres adopten una mentalidad flexible que les permita ir adaptando esas normas a la situación, al momento y edad concreta del niño.

martes, 22 de abril de 2008

Qué son los valores y por qué son tan importantes en la educación

Al nacer, nuestros hijos no son ni buenos ni malos, desconocen las normas que rigen su familia o su sociedad. Su conciencia ética se va desarrollando con el paso de los años. Pero necesitan nuestra ayuda ya que no llevan ningún chip incorporado que les diga si sus actos son correctos o incorrectos, lo que está bien o lo que está mal. Por eso es tan importante enseñar los valores cívicos que les permitan desarrollarse y convivir en una sociedad plural.


Los valores son las normas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Todos los padres deseamos que nuestros hijos se comporten de forma educada, pero sin que se conviertan en niños temerosos o conformistas, ni transformándonos nosotros en padres exigentes y quisquillosos. Hay algunos valores fundamentales que todas las personas debemos asumir para poder convivir unos con otros y que son importantes tener siempre presentes y cumplir sin perjudicar a nadie.

Durante los primeros años nuestros hijos aprenden tanteando el terreno y probando cosas. A través de pequeños actos, nuestro hijo va percibiendo qué está bien y qué no debe hacer. A partir de la edad de 3 años, ya saben ver en otros niños lo que hacen mal y lo que hacen bien: "Miguel es muy guapo porque me da besos" o "David se porta mal porque da patadas". A partir de los 5 y 6 años, los niños tienden a mirar a los adultos y ver en ellos el claro ejemplo de lo correcto: por eso intentan ser como ellos y comportarse como ellos. De esta manera aprenderán mucho sobre valores.

La adquisición de buenos valores depende, como casi todo en la vida de nuestro hijo, de sentirse querido y seguro, de desarrollar lazos estables con sus padres y de tener confianza en sí mismo. Sólo sobre una base de amor y seguridad podrá aprender e interiorizar los valores éticos correctos. Lo más importante: el ejemplo que dan los padres en su forma de relacionarse con los demás, de pedir las cosas, de ceder el asiento, de repartir lo que les gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. Un comportamiento de los padres que transmite tolerancia, respeto, solidaridad, confianza y sinceridad empapa a los hijos de todos estos valores y aprenden a actuar respetándolos siempre.


Los valores pueden variar mucho según las culturas, las familias o los individuos. Existen diferentes tipos de valores:
Valores familiares: Hacen referencia a aquello que la familia considera que está bien y lo que está mal. Tienen que ver con los valores personales de los padres, aquellos con los que educan a sus hijos, y aquellos que los hijos, a medida que crecen, pueden aportar a su familia. Los valores familiares son los primeros que aprenderá nuestro hijo y, si sabemos transmitirlos con paciencia, amor y delicadeza, pueden ser una buena base en la que apoyar, aceptar o rechazar otras experiencias, actitudes y conductas con los que se irá encontrando a lo largo de su vida.

Valores socioculturales: Son los valores que imperan en la sociedad en el momento en que vivimos. Estos valores han ido cambiando a lo largo de la historia y pueden coincidir o no con los valores familiares. Puede ser que la familia comparta los valores que se consideran correctos a nivel social o que, al contrario, no los comparta y eduque a sus hijos según otros valores. En la actualidad, intentamos educar a nuestros hijos en el respeto, la tolerancia, la renuncia a la violencia, la consideración y la cortesía, pero vivimos en una sociedad en la que nuestros hijos pronto descubren que también imperan otros valores muy diferentes como el liderazgo, el egoísmo, la acumulación de dinero, el ansia de poder, e incluso el racismo y la violencia. Los valores familiares determinarán, en gran medida, el buen criterio que tenga nuestro hijo para considerar estos otros valores como aceptables o despreciables, o para saber adaptarlos a su buen parecer de la mejor manera posible.

Valores personales: Los valores personales son aquellos que el individuo considera imprescindibles y sobre los cuales construye su vida y sus relaciones con los demás. Acostumbran a ser una combinación de valores familiares y valores socioculturales, además de los que el propio individuo va aportándose a sí mismo según sus vivencias personales, su encuentro con otras personas o con otras culturas en las que, aún imperando una escala de valores diferente a la suya, el individuo encuentra actitudes y conductas que considera valiosas y las incorpora a sus valores más preciados.

Valores espirituales: Para muchas personas la religión es un valor de vital importancia y trascendencia así como su práctica. De la misma manera, la espiritualidad o la vivencia íntima y privada de algún tipo de creencia es un valor fundamental para la coherencia de la vida de mucha gente. Los valores espirituales pueden ser sociales, familiares o personales y no tienen que ver con el tipo de religión sino con el sentimiento que alimenta esa creencia.

Valores materiales: Los valores materiales son aquellos que nos permiten nuestra subsistencia y son importantes en la medida en que son necesarios. En la actualidad, vivimos un alza a nivel social, de los valores materiales: el dinero, los coches, las viviendas y lo que a todo esto se asocia como el prestigio, la buena posición económica, etc.

Valores éticos y morales: Son aquellos que se consideran indispensables para la correcta convivencia de los individuos en sociedad. La educación en estos valores depende, en gran parte, de que se contemplen en aquellos valores que la familia considera primordiales, es decir, que entre los valores familiares que se transmitan a los hijos estén estos valores ético-morales imprescindibles.


1. Respeto: tiene que ver con aceptar al prójimo tal como es, con sus virtudes y defectos, reconociendo sus derechos y necesidades. Decir las cosas educadamente, sin herir, violentar o insultar a nadie, son muestras de respeto. La educación en el respeto empieza cuando nos dirigimos a nuestros hijos correctamente, de la misma manera que esperamos que ellos se dirijan a los demás.
2. Sinceridad: la sinceridad es el pilar en el que se sustenta la confianza. Para que nuestros hijos no mientan, no debemos abusar de los castigos: los niños mienten por miedo al castigo.
3. Renuncia a la violencia: que nuestros hijos no sean violentos depende mucho de que sus padres no griten, peguen o les falten al respeto.
4. Disposición a ayudar: conseguir que los niños ayuden a los adultos y a sus iguales se consigue fácilmente: sólo debemos aceptar desde el principio sus ganas de ayudar, encomendarles pequeñas tareas y adaptarlas siempre a su edad y sus posibilidades.
5. Cortesía: tiene que ver con el respeto, la consideración y los modales. No tiene que ver con no poder hacer algunas cosas porque no es de buena educación, sino en hacerlas diciendo "por favor", "gracias" y "¿puedo?".
6. Consideración: tiene que ver con saber renunciar a los propios intereses en beneficio de los de los demás. Si los niños ven que sus necesidades se toman en serio, les será más fácil respetar las de las otras personas.
7. Tolerancia: tiene que ver con la aceptación y el respeto hacia la gente que es diferente, a lo que nos resulta extraño, desconocido o poco habitual.
8. Responsabilidad: tiene que ver con la confianza que tenemos en que nuestros hijos sabrán asumir algunas tareas y las cumplirán. Tiene que ver con la conciencia de que los actos o el incumplimiento de los mismos tiene consecuencias para otras personas o para nuestro propio hijo.
La responsabilidad que tenemos los padres en la transmisión de estos valores a nuestros hijos es crucial. Los valores no se transmiten vía genética, por eso es tan importante tenerlos en cuenta en la educación. Pero debemos saber que los valores no se enseñan independientemente del resto de cosas, ni a través de grandes explicaciones o dando una lista con aquello que consideramos correcto y lo que no, esperando que nuestros hijos la memoricen. Los valores se transmiten a través del ejemplo práctico, a través de la cotidianidad, de nuestro comportamiento en el día a día, en aquello que los hijos observar hacer a sus padres.

Itziar Franco Ortiz

Fuente: Solohijos.com

Campaña para la autoestima

Hace tiempo que venía viendo la publicidad en la televisión y siempre pensaba, voy a entrar a la página web pero nunca me acordaba hasta que volvía a ver el anuncio... pero ayer me acordé y entré y me encontré con una página buenísima... la verdad el planteo que hace sobre la autoestima, cómo actuar en la familia para lograr que los chicos tengan una autoestima alta, tiene proyectos, juegos, test, artículos, todos simples, accesibles, divertidos y todos con un mensaje muy claro, no importa cómo seas físicamente, lo que importa son los valores personales. No importa si sos linda por fuera, lo importante es ser linda por dentro...

Es una web divertida para las chicas, tiene algunas actividades para realizar entre hijas y mamás y varios artículos para que las mamás, y porqué no los papás, leamos y tengamos en cuenta... básicamente apunta a adolescentes, pero hay muchísimas cosas que se pueden aplicar y comenzar a hablar con una nena de 6 años sobre todo cuando los mensajes de belleza y perfección llegan a las nenas cada vez más pequeñas, al igual que las enfermedades como anorexia y bulimia se manifiestan en niñas más pequeñas cada vez también.

Me gustó el concepto de la página y la idea de que alguien, desde el mismo lugar (televisión, publicidad, personajes) del que la mayoría promueve la belleza, la delgadez, la moda, y el éxito y popularidad de una persona en base a todo eso, promueva la normalidad en los cuerpos, el peso saludable, la belleza interior, la inteligencia y el amor a la familia, la amistad y los valores como honestidad, decencia, nobleza, bondad y la no discriminación por diferencias de peso, sexo, color, raza, capacidades, inteligencia o ideas.

En fin... recomiendo esta página aunque no sea más que para tener ideas cuando se nos plantee alguna situación de este tipo... y seguro que a los chicos les gustará hacer las actividades que tiene. A Martina le divirtió especialmente, la idea de hacer una cápsula del tiempo (usando el cuestionario para el perfil secreto) y la burbuja de la autoestima :)

Actividades, juegos y tests

Por la belleza real

sábado, 12 de abril de 2008

Educando hijos

Desde que me estrené como mamá, el 7 de noviembre del 2001, hasta hoy, he aprendido que ser mamá (y papá) es un reto constante... hay que aprender a dar la teta, a cambiar pañales, a cuidar a los chicos... no todos los chicos son iguales, así que cuando vino la segunda, en marzo del 2005, si bien la mayoría de las experiencias pasadas me sirvieron tuve que reaprender algunas cosas justamente por esa razón, los chicos no son todos iguales... pero de todas las cosas que hay que aprender como mamá y papá cómo educar a nuestros hijos debe de ser una de las más difíciles.

Es muy difícil, si no imposible, no cuestionarse en algún momento si lo estaremos haciendo bien, si lo que les estamos enseñando es correcto o no, encima todo el mundo opina... y no siempre lo que es bueno para uno lo es para otro... cada hogar es un mundo y cada uno tiene derecho a educar a sus hijos como mejor le parezca.

Pero de todas formas, hay pautas, métodos, reglas, consejos... diferentes líneas de formación y educación que pueden servirnos o no, pero que no está de más conocer. A mí, en líneas generales, me gusta mucho leer, informarme, conocer diferentes puntos de vista y diferentes corrientes, métodos, tendencias... después me quedo con lo que me parece que me sirve, con lo que coincido o con lo que me convence... o con partes de una y otra cosa... por lo pronto yo he sido muy intuitiva en cuanto a este tema, tal vez he prestado más atención a este tipo de información en cuanto a lactancia, cuidados de un bebé, etc y no tanto al tema educación en sí pero no dejo de leerlo, no dejo de informarme y no dejo de aceptar que de vez en cuando me ha ayudado algún que otro consejo.

Ahora tengo un desafío más grande, que es ser madre de un varón... hasta acá llegué como mamá de dos nenas, y si bien Bruno todavía es muy chiquito, ya me he ido planteando dudas de cómo hacer tal o cual cosa... tendrá que ser diferente a cómo lo hice con las nenas? Estará bien tal cosa en una situación determinada? Espero tener con él el mismo éxito que he tenido con mis hijas :)